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sábado, 21 de septiembre de 2019

PRIMERA ETAPA CAMINO ARAGONÉS. SOMPORT-JACA

Hace ya algún tiempo hicimos el Camino de Santiago empezando en Roncesvalles, como aragoneses que somos se nos quedó clavada la espinita de hacer el tramo aragonés hasta su confluencia con el navarro en Puente la Reina, así que parte de las vacaciones de este año las hemos dedicado a esta idea.
Una vez finalizada el tramo que es cuando escribimos estas especies de crónicas, sacamos varias conclusiones.
1ª Aragón por mucha que digan tiene muy olvidado el camino. Pasar pasa y como ahí está, pues ahí está, pero poco más, Canfranc y Jaca que podrían ser localidades que tuvieran tirón apenas le prestan atención, la nieve y el turismo de montaña y veraniego excursionista debe de ocuparles todo.
2ª Al camino le falta mucha estructura, son escasas las ofertas de hostelería (nuevamente salvo Jaca y Canfranc) y pernoctación y por lo tanto económicamente no tienes opciones y lo pagas. Al margen de tener que programar bien las etapas o puedes llevarte algún disgusto.
3ª A los navarros por este lado del camino, ¡evidentemente!, no les interesa potenciarlo por lo que la entrada de Aragón a Navarra deja que desear en muchos aspectos. 
4º A nuestros políticos se les llena la boca de hablar de festivales del Camino, de conciertos en el camino, de exposiciones en el camino, etc…, pero de cuidar, marcar, señalizar y procurar que haya alternativas de hospedaje y manutención nada de nada.
5ª Y como a nuestro entender, este tramo aragonés es mucho más duro, mucho más que el Navarro pues al final el boca a boca hace su labor.
   
Basta con dos anécdotas de esta primera etapa.

Hubo peregrinos que nos comentaron no pudieron comprar conchas para empezar la peregrinación ni en Canfranc ni en Jaca. Y donde comienza el camino, en lo alto del Somport, no nos daban de desayunar ¡hasta las 8,30 de la mañana! estando como estábamos unos 12 peregrinos a las 7.15 de la mañana para empezar a andar, no hubo manera de tomar nada allá arriba, seguiremos comentado detalles de este tipo a lo largo de la redacción de las etapas aragonesas.

Tengo que decir, que es una pena ya que realmente es una zona muy bonita, dura, pero con una gran riqueza paisajista.


PRIMERA ETAPA: SOMPORT- JACA

Y hechas estas anotaciones comenzamos con esta primera etapa del camino Aragonés





















Una capilla con la Virgen del Pilar y un monumento al peregrino marcan el comienzo del camino en lo alto del Somport, la etapa es Pirineo puro, con todos los atractivos paisajísticos y naturales de la alta montaña; apenas empezada la etapa pasamos por las ruinas del Hospital de Santa Cristina, al parecer uno de los grandes centros de acogida de peregrinos durante la edad media, primera decepción, llenas de maleza apenas se ven y la senda casi tienes que adivinarla.

A partir de aquí un prolongado y fuerte descenso por duras sendas que no presentan dificultad técnica salvo la fuerte pendiente, nos acercan a la que fuera importante estación internacional de Canfranc, la que esperamos (solo llevamos 50 años esperando los aragoneses) que al final vuelva a ser lo que fue, ya veremos). 










Están arreglando parte de ella, hasta dicen que van a hacer un albergue y un centro de acogida para peregrinos (no estaría mal después de tantos años….)pero el abandono es importante a nivel general, parece que en el proyecto solo vayan a arreglar la parte que se ve, vamos como decimos vulgarmente “a lavar la fachada”, abandono de las playas de las vías, de edificios que tuvieron su historia, almacenes de carga, grúas, depósitos de agua, vagones históricos, la rotonda de máquinas y vagones, etc…de todo eso nada de nada.


Justo aquí y sin quererlo nos hacemos una foto histórica, a la entrada del túnel por el que circulaba el ferrocarril, leemos en la prensa el día siguiente que están desmontando el escudo con el que nos hicimos la foto a la entrada de túnel. 















Creemos que ninguna de las guías consultadas mantiene el trazado actual de bajada desde el alto del Somport hasta Canfranc estación, de hecho en la prensa salió hace poco que la D.G.A había rehecho zonas del camino, por lo menos esta marcado pero no coincide como hemos dicho con las indicaciones de las guías.

Afortunadamente la carretera se ha pisado poco, al empezar unos escasos metros y luego pasado Canfranc hasta pasado el túnel que te desvía y que aunque con arcén es un poco peligrosa, allí el camino desciende hasta el rio y pasa por el puente medieval de los peregrinos.

Restos de estructuras militares (bunkers y nidos de ametralladoras) del XX así como la bien conservada Torre de Fusileros del XIX, que dejamos a la derecha al otro lado del rio nos acompañan durante un trecho como recuerdo de la importante zona fronteriza que fue, hasta que pasamos la localidad de Canfranc pueblo que no hay que confundir con Canfranc estación.

De Villanua, donde está la cueva de las brujas (de las güixas) a Jaca se desciende por un camino sin problemas hasta la entrada de la localidad donde un fuerte repecho pero corto nos marca el final del camino.

Una etapa en la que con tiempo y ganas puedes descubrir unas historias apasionantes; El Hospital de Santa Cristina, El túnel, la estación y el ferrocarril, los nazis, la segunda guerra mundial y su importancia en Canfranc estación, el incendio del pueblo de Canfranc, las cueva de las Güixas,…y por supuesto lo que no hay que perderse es la Catedral de Jaca, hasta Puente la Reina de Navarra no encontraremos ya edificios religiosos de esta categoría, y pocos en todo el camino como esta catedral.

Es esta creemos una etapa atípica del Camino Francés por Aragón. Porque aquí hay muchos equipamientos y servicios, no por el camino en si sino por lo que hemos dicho en la introducción, el turismo, más adelante descubriremos que esto no es así, sino más bien todo lo contrario. 

viernes, 6 de septiembre de 2019

ETAPA FINAL. En Santiago de Compostela.


Terminado el CAMINO DE SANTIAGO, un proyecto que nos ha llevado cuatro años y del que tardaremos en perder la resaca que nos ha creado (que esperamos dure lo máximo posible), una experiencia que todo el mundo debería de tener al menos una vez en la vida. Y queremos compartir con aquellos que lean este blog algunas reflexiones e invitaros a que, si tenéis la oportunidad, no la desperdiciéis. El Camino merece la pena en todos los sentidos. 

¡Buen Camino!, maravillosa frase que te desean, que deseamos a todo el mundo, todos desconocidos, y su réplica ….¡buen camino!, todos apuntando a la misma dirección, la Catedral de Santiago. 

Si hay alguna sensación en este momento, al margen de las vividas, es el orgullo de haber alcanzado la meta: no hay que engañarse, pues como prueba física es un gran reto y con una dificultad importante. Pero hay muchas otros aspectos, como el haber tomado contacto con cosas que realmente deben de importarnos, por ejemplo hemos vivido algo más de cinco semanas casi con lo justo.


El Camino es una experiencia que indudablemente puede ser enfocada desde muchos puntos de vista: el reto, la superación, el reencuentro, lo espiritual, lo religioso, la aventura, el conocimiento de otros…. Al final te das cuenta que lo importante es que a un paso le sigue otro, y a ese otro más, para al final descubrir que, a la vez que se pisa el suelo, el auténtico camino va por otros senderos invisibles, y lo que se consigue es fruto del esfuerzo personal.

Todo lo que te rodea genera una atmósfera especial: disfrute de la naturaleza, el viento, los sonidos, la niebla o un trago de agua fresca. Los parajes y caminos son preciosos en muchos tramos, penosos y sacrificados en otros; la lluvia y el sol y la niebla se confabulan y alternan para que vivas el camino desde variados puntos de vista… ¡Buen Camino! se oye una y otra vez… Vamos solos, pero formamos parte de un todo que notas que transciende, formamos parte de un camino pisado por miles de peregrinos antes que nosotros, y que será nuevamente pisado por muchos otros después. Es sorprendente la cantidad de personas que peregrinan, de tantas nacionalidades, solos (hemos visto con sorpresa gran mayoría de ellos), en bicicleta, a caballo, minusválidos en sillas de ruedas…. Hemos comprobado el espíritu de superación de personas que no podían ni andar, avanzando por caminos solo movidos por sabe Dios qué. Nosotros mismos hemos vivido la sensación de andar sin fuerzas, pasito a pasito por el dolor, erguir el porte y ver como otros en nuestras mismas circunstancias hacían lo mismo y, con dignidad y orgullo, dar unos pasos firmes e impensables momentos antes.

Caminar a pleno sol, caminar bajo la lluvia y con las botas llenas de barro, levantarse a las 5 de la madrugada para caminar al amparo de la luna, caminar casi descalzo y con una gran cruz de madera colgada al cuello, caminar tapado como si fuera un Tuareg (sobre todo los orientales), hacerse más de 30 Km. con una bolsa de plástico de la compra llena en la mano, caminar cantando o en silencio, caminar llorando, caminar pertrechado con un equipo como para subir un ocho mil, caminar con mochila y tirando de un trolley, caminar abrasado por el sol, caminar en ayunas, caminar con lo puesto y poco más… Descubres que en el Camino nada te sorprende. En el Camino te inunda una marea de pensamientos, de emociones y sentimientos. Mil sensaciones surgen de los rincones del cuerpo, pero a la vez, según transcurren los minutos y las horas y se suceden los kilómetros, la cabeza no para de funcionar. Cualquier mínimo detalle del camino: la brisa, las espigas de trigo que se agitan con el viento, las amapolas, una cigüeña regresando a su nido, un escarabajo que se cruza…, despierta una serie de pensamientos, de emociones y de sentimientos. El Camino te enseña a conocer el cuerpo y a quitar un dolor con otro dolor. Cada parte del cuerpo empieza a hablar y algunas hasta gritan. Zonas que de ordinario pasan desapercibidas, de repente parece que despiertan y te reclaman atención. Insisten en que están ahí, marcan su territorio y hacen que te olvides de otras que solemos tener más presentes. Es curioso, pero el estado “normal” es no sentir nada y vivir casi en exclusiva en nuestra cabeza. Sin embargo, cargar con una mochila, calzarse unas botas y ponerse a caminar largas horas bajo el sol, el viento o la lluvia, pisando suelos irregulares y pedregosos, hace que se despierten rincones recónditos de nosotros mismos. Un dedo del pie, el lado izquierdo del talón, los hombros, las rodillas y los tobillos empiezan a quejarse, todos a la vez o uno detrás de otro, y entonces sientes que eres mucho más que tu cabeza. 
Pero, sobre todo, el Camino son los otros peregrinos. Reparas en cómo visten, cuánta carga llevan, cómo caminan, cómo descansan, qué comen… Todos ellos son una historia andante, siempre hay un cierto misterio que rodea a cada uno, y no es otra cosa que el motivo que les ha llevado hasta allí. Muchas veces prefieres no saberlo, no vaya a ser que la respuesta haga perder a esa persona todo el interés que nos suscita. Así uno mantiene la distancia con ciertos peregrinos y refrena las ansias de conocerlos. Con algunos peregrinos hablas, con otros deseas hablar, con unos pocos lo haces, pero te sientes unido con todos, porque las palabras no son la única manera de comunicarse y de establecer una relación.

Otra de las grandes sensaciones, sobre todo al paso por las pequeñas localidades, pueblos y aldeas, y al margen del contacto con las personas que allí habitan (impagable, eso es otra España), es la sensación de confianza. Te alejas del miedo a los otros, de la necesidad de blindarse, la seguridad la da el hecho de que tienen en común el ser peregrinos como nosotros, y esta sensación no tiene precio. 

Y qué decir de las celebraciones al caer de la tarde. Si alguna vez lo hacéis procurad interesaros por ellas:

las vísperas en algunos monasterios, o la misa del peregrino en según qué sitios, no os dejarán nunca indiferentes.

Santiago "LA META"
El cubrir una etapa en el Camino es una manera de tomar conciencia de que un viaje largo comienza con un primer paso, como todo en la vida. Si no se hiciera así, sería imposible pensar en los 800 kilómetros a pie. Se toma plena vigencia de que hay que ir paso a paso, de ser realista en el avance, hemos visto también ¡claro! quienes se tomaban las etapas como cuantos más kilómetros y más rápidamente mejor, pero han sido contados con los dedos de la mano.

El Camino es además plena conexión con la naturaleza, robles y eucaliptos haciendo bóvedas de sombra en caminos rodeados de verde, bosques aparecidos entre la bruma como si fuera una postal, llanuras inclementes al sol, sin ningún árbol en kilómetros, que alargan tu sombra hasta el infinito o sencillamente oler y respirar profundamente…

Y para acabar, dos consejos si te decides a hacerlo: 

El Camino decide cuándo entras en él. Estamos en el punto de partida. Tienes toda la ropa limpia, bien doblada y organizada en la mochila. Al día siguiente nos levantamos temprano y nos ponemos a caminar. Vemos a otros caminantes que avanzan a su ritmo. Nos adelantan, adelantamos, nuestros pies están perfectos, las piernas van ligeras… Esos primeros kilómetros, incluso esa primera etapa, son como una excursión o una marcha de trekking. Por fin llegamos al destino del día. Ves a otra gente escribir en sus cuadernos, con la mirada fija en móviles y tablets, fumando o disfrutando una cerveza. Empezamos a hacer lo mismo, nos sentamos, escribimos, bebemos, contemplamos el entorno. Todavía no ha entrado el Camino en nosotros. Hay un momento en el que, sin embargo, tú percepción cambia, tus sensaciones no tienen nada que ver con las de una escapada de domingo. Empezamos a establecer conversaciones que ya no son casuales, y mides tu fuerza interior de una manera distinta. No se puede decir cuántos pasos son necesarios para que se produzca la transformación. Para cada uno es diferente. Pero hay un momento concreto en el que dejamos de ser caminantes y nos convertimos en peregrinos. 

En el camino 1+1 no son 2. Todos los kilómetros no son iguales. No es lo mismo un kilómetro al comienzo, que en medio que al final. Un kilómetro tiene un valor distinto para cada peregrino y dentro de la jornada de cada peregrino. Los kilómetros acumulados algunas veces son una carga insoportable y otras, en cambio, te proporcionan la fuerza necesaria para seguir y llegar a tu destino. Lo mismo ocurre con el tiempo. Un minuto son sesenta segundos siempre, pero un minuto temprano por la mañana es más corto, mucho más corto que un minuto cuando llevas acumulados muchos minutos o muchos kilómetros, porque en el Camino la distancia es tiempo y viceversa. 
Empezamos a desear “Buen Camino” de forma automática sin pensarlo demasiado, casi como una fórmula de cortesía. Según nos fuimos acercando a nuestro destino nos vamos dando cuenta de que esas dos palabras tienen un significado profundo. El día que te despides de los otros peregrinos les deseas “Buen Camino” no ya para ser educado, sino como una reverencia por haber compartido la experiencia, y como un deseo sincero a partir de ese momento. 

¡Buen Camino! 

Al final del Camino, entrando en la indescriptible plaza del Obradoiro, vimos a personas alumbradas por ideales y sueños que no tenían límites y nos emocionamos, nos llenamos de alegría y dimos gracias al apóstol y a Dios. 
Nos sentimos orgullosos al poder decir, ¡somos peregrinos del Camino de Santiago!


        


Y como no podía ser de otra manera, una vez cumplida la visita y oración al Santo, la celebración de la misa del peregrino con Botafumeiro, ir a recoger nuestra Compostela, sellar en la oficina del Peregrino, etc., a descansar y disfrutar de Santiago, su gastronomía, entorno y su lluvia.