19 kilómetros separan Mansilla de las Mulas de las calles de León, última de las ‘grandes ciudades’ (con permiso de Astorga o Sarria) por las que pasa el Camino Francés antes de llegar a la cada vez más cercana meta compostelana. Como todas las etapas de acceso a una gran ciudad, etapa aburrida y un tanto monótona y con la sucesión de rotondas y naves industriales en los últimos kilómetros
La etapa serpentea a caballo de la carretera nacional, las flechas amarillas nos salvan de algunos kilómetros de arcén pero siempre alternando con el intenso tráfico rodado, al final se juntan camino y carretera, para iniciar un ligero ascenso al alto del Portillo.
El alto se supera sin dificultad, desde arriba y a lo lejos ya se puede ver León y los edificios de la ciudad, pero algo ya hemos aprendido en el camino, a tener paciencia, y aunque parece que ya estamos, aún nos queda hora y media para alcanzar el centro de la ciudad y el final de la etapa. La senda se pega a la carretera salvando el acceso a través de una pasarela metálica de cierta altura.
Seguimos en paralelo a la carretera hasta llegar a una rotonda. Ya estamos en la ciudad. 700 metros después la rotonda nos encontramos con el rio, otros 600 metros más aproximadamente y entramos en el casco urbano propiamente dicho, ¡y aun no hemos llegado!
Creemos que es la entrada más larga y monótona de todo el camino, luego en León nos resarciremos con alguna visita turística y una vuelta por su barrio húmedo.
Poder dedicar una tarde entera a León lo merece. La antigua capital del Reino Leonés guarda uno de los conjuntos monumentales más importantes de España con joyas como la Catedral gótica y sus fantásticas vidrieras o las pinturas románicas de la Basílica Real de San Isidoro. Poder irse de tapas por el ‘Barrio Húmedo’ o simplemente, pasear por la ciudad, bien merece madrugar para llegar pronto y aprovechar la tarde.



Y además como es final de otro año nos resarciremos con una buena cena y un buen alojamiento, el Parador Nacional, que para eso tenemos lo que ellos llaman “la tarjeta amigos”, además con el carnet del Peregrino tienes cena si quieres en su restaurante al mismo precio que un menú de peregrino. Eso sí, reserva y presenta la credencial que como no la enseñes te clavan.
