En la mayoría de las guías ponen como final de esta etapa a Agres, pero nosotros preferimos acabarla en San Juan de Ortega.
Esta etapa consta de dos partes bien diferenciadas. Siendo Villafranca de los Montes de Oca la que marca la mitad de la misma y el cambio de paisaje. La primera sirve de calentamiento y al llegar a Villafranca, es donde da comienzo un largo y solitario segundo tramo por los antaño temidos Montes de Oca. Se acabaron los campos cerealistas y empiezan los famosos y temidos montes de Oca, donde numerosos peligros acechaban a los peregrinos medievales. Actualmente la travesía es sencilla, sin peligros, muy bien señalizada y es una auténtica delicia, no sin esfuerzo su recorrido. Pistas forestales cercadas de robles, pinos y brezos conducen a San Juan de Ortega, que aparece como un oasis en el desierto.
Pero ojo porque como decimos a partir de Villafranca la cosa cambia radicalmente, con un fuerte desnivel en subida de 200 metros durante los 3 primeros kilómetros. El inicio es empinado y conviene tomárselo con calma. El calvario continúa hasta llegar a un mirador y una fuente, donde la subida comienza a suavizarse.
Desde Villafranca hasta San Juan de Ortega hay 12 kilómetros o casi tres horas de caminata, así que es recomendable detenerse a tomar un tentempié, no muy fuerte por la subida que viene y/o hacer acopio de algo de avituallamiento (frutos secos, algo de fruta…) para la travesía de los Montes de Oca.
La llegada a San Juan de Ortega, finalizados los Montes, es un oasis de paz y tranquilidad, población media de 18 habitantes durante todo el año. El Camino hace de este pequeño pueblo un punto de encuentro, situado en un entorno tranquilo y rico en patrimonio cultural y medioambiental. Nos dijeron que en temporada alta son más de 100 los peregrinos que diariamente pernoctan en el pueblo.
En la Iglesia parroquial de estilo románico se produce un mensaje simbólico de los constructores medievales, único en occidente. En el interior de la iglesia hay un famoso capitel románico que recibe la luz que se cuela por una ventana ojival únicamente los días de equinoccio: el 20 de marzo y el 22 de septiembre. Un rayo de sol ilumina a las 5 de la tarde el capitel de la Anunciación, apreciándose que la Virgen María se dirige a la luz y no a San Gabriel como es tradicional. Allí se celebra al atardecer, no todos los días, la misa y posterior bendición del peregrino, que rellena el frasco de espiritualidad que el cansancio del camino va desgastando.
Un albergue/hostal de excelente calidad nos dará un buen descanso. Allí, nos las vemos y nos la deseamos para explicar a unos italianos que es la morcilla, parte de la cena del menú del peregrino ese día en el albergue.
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