Un agradable despertar en la casa rural en medio de una más que diminuta aldea, y tras el agradable desayuno y charlar un poco con la señora de la casa ya que éramos los únicos desayunando, salimos en busca del guarismo ¡100!
Como los últimos días las primeras horas de la mañana nos acompaña la niebla, algo que es prácticamente diario y normal por la cantidad de bosques entre los que nos encontramos. La etapa es para una buena parte de los caminantes la primera, ya que Sarria se encuentra muy cerca de los míticos y últimos 100 kilómetros, de ahí que aumente significativamente el número de peregrinos, es la distancia mínima que hay que recorrer a pie para ganar la Compostela. La etapa no defrauda en absoluto, ofrece incontables aldeas, buenos ejemplos del románico, pistas vecinales asfaltadas, sendas y corredoiras rurales, puentes medievales y pasarelas rústicas. Algunos tramos están asfaltados, otros, como las típicas "corredoiras", se salvan saltando de piedra en piedra u orillándote si se puede para evitar los pequeños riachuelos de agua y sobre todo el barro que se adhiere a las zapatillas.
A unos 8 kilómetros del comienzo de la etapa nos encontramos con el mítico mojón que marca ¡100! Kilómetros a Santiago, realmente el 99, 930 porque el mojón de los 100 kilómetros ha desaparecido, nosotros al menos no lo vimos, al parecer por parte de la Xunta de Galicia se hicieron unas nuevas mediciones más afinadas del camino y se retiró el mítico 100 colocándose los nuevos, sea como fuere lo que nos dá es un subidón y ánimo para toda la etapa, a partir de aquí ya solo contaremos distancia a recorrer con dos cifras.
Etapa que descubre una Galicia que de no ir andando no ves, como decimos más arriba, bosques, pistas, caminos y corredoiras en las que las ya famosas flechas amarillas son esenciales.
Un fuerte descenso con carteles de indicación de peligroso e inclusive fotografías nos aproxima a la moderna población de Portomarín, (elegimos dar un pequeño rodeo por la carretera de unos 500 metros, ya que por lo que vemos es muy, muy empinada la bajada con piedras resbaladizas y preferimos no arriesgarnos a tener alguna torcedura que nos fastidie el camino), decimos moderna ya que la antigua descansa bajo las aguas del pantano, se alcanza tras cruzar el río Miño por un sólido puente, rematando la etapa el ascenso por una larga escalinata. En la entrada de la villa, pasaremos por un arco del puente viejo sobre el Miño, de origen medieval, fue trasladado desde su primitivo emplazamiento en el antiguo Portomarin. La ciudad medieval de Portomarín desapareció en 1963 bajo las aguas del embalse de Belesar, a la ciudad moderna afortunadamente se trasladaron las edificaciones de más alto valor histórico.
Gran ambiente en sus calles de peregrinos y todos los servicios como una gran ciudad.
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