Castrojeriz-Fromista
Como la de ayer fue una etapa corta y hoy había que madrugar más de lo normal, nos fuimos por la tarde al centro del pueblo para comprar el desayuno del día siguiente ya que prevemos salir de noche y evidentemente no habrá nada abierto.
Buena madrugada en un confortable hotel de la localidad, cuando aún es de noche desayunamos en la habitación con la pastelería que habíamos comprado la tarde anterior y nuestras cantimploras llenas de café también de la noche anterior, y andando. Tenemos previsto donde desayunaremos/almorzaremos en condiciones a lo largo de la etapa.
Para nuestra sorpresa y a pesar de la hora no somos los primeros en coger el camino y vemos por delante algunos peregrinos que ha debido pensar como nosotros.
Etapa única e inolvidable para los que amen la soledad, el silencio y los campos infinitos. La única dificultad orográfica es el fuerte repecho al Alto de Mostelares, a la salida de Castrojeriz.
Es una subida bastante constante en donde una indicación advierte al peregrino que las rampas alcanzan un 12% de desnivel. Los 1,7 kilómetros que tiene de subida nos cuestan aproximadamente cincuenta minutos.
Por ello hemos salido de noche y las primeras luces el alba nos acoge en mitad de la subida, llegando al alto al amanecer, hemos acertado de pleno.
El Alto de Mostelares nos regala una vista increíble: La meseta se extiende sin fin frente a nosotros. Desde esta colina se abre al peregrino la brutal Tierra de Campos, Desde la cumbre se disfruta de una de las mejores vistas de la vieja Castilla con sus cerros y con sus campos de cereal. En este momento, a estas horas de la mañana, la tarjeta visual que impregna nuestras retinas quedara grabada para siempre.
Pero si malo es el subir, no se queda atrás la bajada. La bajada a partir del Alto es fuerte y, como toda bajada de este tipo incomoda bastante las rodillas y las piernas en general, creemos mucho más duro para las piernas las bajadas que las subidas.
Entramos ya en esta etapa en otra provincia, Palencia y aquí pasado Itero sí que empieza de verdad la estepa de la Tierra de Campos, horizonte llano, llano, llano y largo, largo,largo.
Y los últimos seis kilómetros los hacemos acompañados del canal de Castilla, canal que sorprende a muchos pero que a nosotros no nos causa especial impresión al tener en nuestra tierra el Canal Imperial de Aragón, con sus esclusas y compuertas, aunque hay que reconocer que es una obra de ingeniería importante, lo curioso es la cuádruple esclusa de Frómista que hay que cruzar para tener acceso a la villa.
En nuestra mochila llevamos como distintivo un cachirulo y una cinta de la Virgen del Pilar, así que somos bastante identificables de donde somos, por eso en este último tramo se nos presentaron cuatro peregrinos que también eran de Zaragoza y fuimos hablando y haciendo juntos parte de los últimos kilómetros.
Aquí no nos podemos perder la Iglesia de San Martin, estrella del románico español, la que todos hemos estudiado en nuestros libros de texto.